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Días: 11 meses y 10 días
Vista en: Enero de 2011.
Lugar: Filmoteca de Andalucía (Granada).
En una conocida ciudad alemana un asesino de niños anda suelto. Mientras el pánico se extiende entre la población y la prensa sensacionalista alienta el miedo y el caos, la policía dedica todos sus recursos a la captura del asesino. En el proceso cierra varios negocios de dudosa reputación y arresta a varios conocidos delincuentes. Ante el acoso inédito que están recibiendo, los jefes de las principales bandas de malhechores y gentes de mal vivir deciden asociarse y organizar su propia caza al asesino...
El nombre de la película en español procede del mote de Peter Kürten, un asesino en serie de los años veinte que según algunas fuentes inspiró la historia. Sin embargo, el director Fritz Lang siempre lo negó y además aunque el nombre de la ciudad nunca se mencione en la película todas las pistas indican que se trata de Berlín y no de Düsseldorf.
La película está plagada de escenas memorables pero yo me referiré especialmente a dos de ellas: curiosamente la primera y la última.
En la primera escena observamos a una mujer mientras se prepara para la llegada de su hija del colegio. Prepara la comida, pone la lavadora y de vez en cuando echa una ojeada al reloj de pared. A medida que el tiempo pasa y la niña no aparece, vemos que su preocupación va en aumento y ésta se convierte en desesperación cuando pregunta inútilmente por ella a los vecinos y compañeros de colegio. La escena está muy bien rodada y pone al espectador en un estado emocional propicio para entender lo que se desata a continuación: la paranoia social. Una sociedad al borde de la psicosis enfrentada contra sí misma en la que nadie está a salvo de ser acusado y condenado por una turba enardecida.
La última escena es sorprendente si pensamos que es del año 1931. Uno puede pensar que cuando surgió el cine sonoro los primeros diálogos serían muy básicos y faltos de profundidad. Sin embargo, aquí asistimos a uno de los mejores debates jamás vistos en el cine.
Alejada de la corrección política la película se atreve a argumentar que un psicópata-asesino puede no ser responsable de sus actos y debe ser considerado como un enfermo mental y no como un asesino. En el otro lado está el dolor de los familiares de las víctimas y la irracionalidad de la masa, exacerbada por el hecho que estas víctimas sean niños.
Y todo este debate se produce en el más improbable de los escenarios. En una parodia de juicio con el jurado más inesperado y con un borracho erigido en hábil abogado defensor.
Sin duda, una película clásica imprescindible.
1 comentarios:
Uf esta pelicula la vi en mis tiempos de mozo
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